Dejar hablar el corazón detrás del silencio, observar y sentir:
es el fuego del alma quemando todo mi combustible.
Se llena de gente el vacío
y cuando no queda nada,
solo,
dejar que mis manos brillen bajo los gritos pesados del olvido;
Y si un fantasma pasa,
frío y callado a mis espaldas
volveré la mirada para asustarlo con mis ojos terribles,
feroces,
como navajas de aire,
filosas y ardientes;
Será el final de las cosas grises,
y la ausencia que supera todas nuestras cosas.
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