jueves, 30 de septiembre de 2010

Despertar

Hora de levantarse... mucho sueño;
Un banco de neblina se esparce por mi mente y me cuesta dispersarla;
Mi cuerpo desobedece la orden;
Mis párpados están al borde de caer desmayados
y rodar por el suelo nuevamente;
No se si los ruidos crecieron o si mis oídos se encogieron,
pero el efecto es el mismo: no caben los unos en los otros
y hasta mi propia respiración me aturde;
Alguien aflojó mis cuerdas vocales y sin embargo
parecen prontas a cortarse; 
Alguien serruchó mi garganta 
y mi voz sale con manchas de sangre en la camisa.

El alma se niega a afrontar el cambio de realidades;
El cuerpo entero se agarra fuerte de donde puede
cuando un suave pero constante viento comienza a arrastrarlo
de aquél dulce mundo a éste: tarde o temprano 
termina entregándose por completo a sus frías corrientes de aire.

Y acá estoy como cada mañana:
desayunando,
escribiendo algo...
encandilado con la luz de un sol
que todavía no cabe en mis pupilas.

Hore
30/09/10

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mar Seco

La locura no cesa
y atravieso un paisaje de yeso
a bordo de un huracán.

La locura no cesa
y el tiempo se va quedando estancado
en una caja a mi lado.

No cesa.
Y cada vez que miro mis manos
descubro un nuevo paisaje,
y los paisajes se van poblando
de gente, de sombras y de cajas.

La locura no cesa
y se nota,
comienza a hacerse evidente:

La gente se va amontonando
a colocar allí sus miradas curiosas,
sus miradas de asombro,
sus miradas repulsivas,
e incluso (desde cierta distancia)
sus miradas de miedo.

La locura no cesa,
pero nadie nota que lloro en silencio,
salpicando el mundo a mi paso
con lágrimas transparentes.

El delirio crece;
y veo palomas muertas cayendo a mi lado,
abandonando de súbito su vuelo de paz
y devoradas por delicadas rosas
que las atrapan antes de tocar el suelo.

El delirio aumenta
y escucho el llanto de un niño eterno
en mi interior.

Nadie sabe que escribo;
nadie sabe que me pierdo entre líneas
buscando palabras que amorticen el paso de las horas,
agujas,
que remienden las telas rasgadas del alma.

La locura no cesa
y me zambullo, así, en un mar de papel;
papeles grises, negros y blancos:
suaves por un lado,
filosos por otro;
y casi nadie sabe.

Nadie sabe que paso largas horas
dando suspiros
que se pierden en el tiempo,
desvaneciéndose en un eco de nostalgia
absurda e infinita…
                   …que nunca cesa.

Me sobra el aire

Desde la extraña sencillez de una copa de vino medio vacía,
bajo la polifónica melodía del silencio,
atravesado transversalmente por el aliento de una radio afónica,
en concepto de única compañía de estas cuatro paredes sordas,
abatido por las posibilidades inconclusas,
acosado por las sombras luminosas que ignoran que sé más de lo que saben
y me toman por imbécil;

Desde un punto impreciso en el espacio,
acotado en el tiempo,
rotundo en el vivir;

Acariciando la memoria
mientras me dejo azotar con un palo por el recuerdo
rencoroso y perfecto, inhumano y feliz;

Sorprendido en medio del tiroteo de miradas cómplices de dos puertas
que parecen pedirme disculpas mientras me acribillan
y mueren conmigo por cortesía;

Revolviendo el aire, el vacío,
con mi cuchara sangrante en azul, hasta la inconciencia;
Desde mi rincón desconocido y sucio,
fatigado, ciego;

Amotinado,
entumecido por el paso largo de las horas,
el trote morbo de los minutos,
el pique infinito de estos segundos,

respiro,
        una sola vez en esta noche pura,

                                                        y me sobra el aire…